Arturo Prat: Marino, Defensor y Abogado
Mucho se ha escrito sobre nuestro héroe antes y después de titularse como abogado, por lo que remitiéndose a sus biógrafos más destacados se ilustra su poco conocida faceta en el ejercicio de la abogacía.
Con cierta extrañeza, las personas que estaban en los pasillos de la Corte Suprema de Justicia, una mañana del 31 de julio de 1876, vieron pasar a un capitán de corbeta con uniforme de gala y espada al cinto que se dirigía a la Secretaría de la Corte. Venía a dar su examen final ante los jueces máximos, según lo exigido en esos años por la ley para ejercer la abogacía.
Sorpresivamente, el marino, que no era otro que nuestro Arturo Prat Chacón, se entera que los jueces han resuelto no oír exámenes ese día. Sin embargo, insistió el novel licenciado en que había sido citado para aquel día y que su tiempo como marino era muy limitado.
Así, pidió una audiencia ante el entonces Presidente de la Corte Suprema, don Manuel Montt Torres, a quien convenció de que se le dejara examinar. Previamente, hubo de despojarse de su espada, la misma que en Iquique sólo pudieron quitarle después de muerto.
Fue examinado sobre Derecho Internacional y Marítimo, siendo objeto de “una felicitación por recado” de los miembros del máximo tribunal, un honor excepcional.
Prat tenía 28 años de edad al recibir su título, que fue la coronación de su esfuerzo, dedicación y sentido de superación en largas horas de estudio a bordo, junto a sus labores de oficial de marina.
Hacía ya tres años que estaba casado y era padre de dos niños. Su memoria, titulada “Observaciones a la ley electoral vigente” (Imprenta de El Mercurio, Valparaíso), demuestra su tendencia a la reflexión filosófica y un elevado espíritu de sana crítica e investigación.
Tuvo su estudio de abogado en sociedad con su colega don Manuel Hidalgo, en la Plazuela de la Justicia en Valparaíso, en los altos del antiguo Banco Consolidado de Chile. Su ubicación era muy conveniente, pues quedaba al frente de la Gobernación Marítima en la que simultáneamente prestaba servicios. Su clientela estaba relacionada con los juicios navieros, materia que era la especialidad del capitán Prat.
La defensa del teniente Uribe
Con anterioridad a su examen final y de convertirse propiamente en abogado, Prat había desempeñado labores de defensor del ingeniero Ricardo Owen, acusado de desobediencia, quien resultó absuelto.
Luego, defendió a su compañero de armas, teniente 1º Luis Uribe Orrego, con quien mantuvo una entrañable amistad, que se remontaba a los días de su ingreso a la Escuela Naval. Uribe fue acusado del delito de desobediencia y desacato a sus superiores por haber contraído matrimonio con una viuda inglesa, de nombre Elizabeth Morley –apellido que cambió después por Newlove, sin el correspondiente permiso, mientras permanecía en la ciudad de Hull, Inglaterra, inspeccionando la construcción del blindado Cochrane, bajo las órdenes del contralmirante José Anacleto Goñi.
En defensa de su amigo ante el Consejo de Guerra, Prat puso a riesgo su carrera naval por su calidad de subalterno, además de mencionar diversos antecedentes que dejaban muy mal parado a Goñi, persona de carácter irascible.
Éste alto oficial había actuado de manera inexplicable e insólita frente a la solicitud de Uribe para contraer matrimonio, actitud que Prat no entró a analizar, quedando la duda (o certeza) de si Goñi había procedido por despecho o por una pasión frustrada.
Este incidente dio lugar a novelescas incidencias y fue llamado el escándalo de Blackwall, que por esa época anduvo en boca de todo Valparaíso.
Alegó Prat, además, que Uribe había actuado en defensa de su honor y el de su mujer, a quien se había insultado.
Durante una hora y media de alegatos, demostró que el Consejo de Guerra actuaba de manera anticonstitucional, que el acusado era un ex oficial, un paisano, pues había sido dado de baja del escalafón mediante un decreto del gobierno y, en consecuencia, debía ser juzgado por la justicia ordinaria, no existiendo sentencia judicial condenatoria alguna.
Prat dejó en evidencia que Uribe había sido perseguido con riesgo evidente para su salud, lo que no fue considerado por su superior inmediato ni tampoco por Alberto Blest Gana, que a la sazón era ministro encargado de negocios de Chile en Londres, quien no creyó en su enfermedad y ambos se empeñaron en negarle los medios para regresar a Chile. Sólo por lástima los contratistas del Cochrane le permitieron viajar de incógnito, siendo arrestado a su llegada.
Pese a la elocuencia del defensor Prat, el Consejo de Guerra, por mayoría de votos, condenó a Uribe por sentencia a firme del 2 de abril de 1875, a seis meses de prisión a bordo, pena que se dio por cumplida con el tiempo que había estado privado de libertad.
Más tarde, Uribe fue rehabilitado por el Presidente Federico Errázuriz, concediéndole las indemnizaciones a que tenía derecho y luego llegó a ser Vicealmirante e Intendente de Valparaíso.
Prat ejerció poco como abogado (18761879) y la defensa de Owen y Uribe fue posible, antes de ser abogado, porque en esa época se permitía a los oficiales actuar como defensores en la Armada, siguiendo una costumbre inglesa. El ejercicio de Prat como abogado particular también le fue autorizado por la institución.
En su carrera, Arturo Prat fue también profesor de guardiamarinas embarcados en la Esmeralda y fue subdirector de la Escuela Naval entre 1872 y 1875, cargos desde los cuales promovió la educación moderna de la Marina. También ofició como Ayudante del Auditor de la Armada, a finales de 1876.
Igualmente, ya siendo abogado, Prat intervino en el proyecto de la Ley de Navegación de la época, al ser consultado por el Ministerio de Guerra y Marina en esta importante materia. Sus observaciones y comentarios fueron especialmente considerados en los 152 artículos de la ley que se promulgó en 1878.
Destacó tambien el empeño de Prat por restablecer el “Fuero Marítimo”, derogado por la Ley de Organización y Atribuciones de los Tribunales, que entregó el conocimiento de los litigios marítimos a los jueces de menor cuantía de Valparaíso, proyecto que no prosperó, al igual que la iniciativa deseada por la Marina, como era un Código Marítimo, aspiraciones ambas que se sumergieron juntamente con la Esmeralda en la gloriosa gesta de Iquique.
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