Del vagabundeo y otras demoras
Tal como las primeras escenas de un film anuncian a grosso modo el discurso de la película, para que así podamos intuir la trama de lo que viene, en este nuevo libro del ensayista chileno-argentino Martín Hopenhayn el anuncio está tanto en la cita del poeta griego Kavafis que el autor invoca -Ten siempre a Itaca en la memoria, llegar allí es tu meta. Mas no apresures el viaje. Mejor que se extienda largos años; y en tu vejez arribes a la isla con cuanto hayas ganado en el camino-como en el prefacio de breves palabras que revelan la presencia de una pluma inteligente y culta, sutil y aguda.
El texto contiene un conjunto de reflexiones, no conectadas temáticamente entre sí, pero unidas por el particular modo de vista de una persona que se dedica a la filosofía y al ensayo. El autor nos invita a hacer una caminata por el valioso sendero o punto de vista del vagabundeo, que como él dice, tiene el secreto no en la calma sino en la demora, algo difícil de lograr estos días.
Dejamos hasta ahí las alabanzas preliminares sobre el trabajo del autor, o más bien la faceta que se demuestra inmediatamente al leerlo, ya que lo que sigue es una sucesión de comentarios y reflexiones que pudieron haber tenido mayor dosis de unidad en la diversidad, lo que podría calificarse como una mejor concreción de un vagabundeo y demoras.
Aquí el tema, si cabe llamarlo así, está dado por una postura ante la sociedad: una mirada externa, reflexiva, de los fenómenos del diario vivir en los que todos participamos, el autor inclusive.
Esta obra representa pues una validación de la reflexión, que con o sin vagabundeos y demoras, es significativa pues va constituyendo uno de los hilos más importantes que van a integrar el tejido que entre todos debemos elaborar y re-elaborar, el manto de abrigo ante nuestra situación de haber sido arrojados del mundo.
El libro de divide en cuatro partes
- Demoras a mitad de camino.
- Demoras que apenas tardan.
- Demoras que sudan esquinas.
- La final, genial Demora sin retorno, con una Carta de La Muerte a Julio Cortázar y su respuesta.
Los temas son tratados brevemente, sin citas latosas de filósofos sesudos. Es una reflexión hecha sobre la base de los estudios y experiencia de Hopenhayn, y a veces también sobre su particular punto de vista con el que no hay que necesariamente coincidir. Esta especie de coloquio entre el lector y el autor se desdobla entre sus dos seres: persona y su alma. Entre otras reflexiones, él nos muestra su interesante juicio sobre su religión, una crítica certera a las consideraciones de Cioran, de pronto sale al momento siguiente con un sutil elogio a la siesta de sus amigos y después con una elegante exposición sobre las virtudes del endecasílabo, echándolo de menos por sus bondades en la poesía.
Hay una cuestión que es al parecer una base común y consistiría en algo así como su desacomodo con el modelo social y cultural imperante, es decir la reflexión de la persona que no está comulgando con el sistema o el modelo.
Este desacomodo ante el modelo imperante -A medio camino- no es una crítica seria ni amarga al modelo, sino que corresponde a la manifestación o el grito de una generación intermedia. Época que, como dice el autor, le hizo mezclar a Huxley con el realismo mágico y a Silvio Rodríguez con Bergman.
Openhayn hace sus reflexiones vagabundeando y en la demora, alternando con los parroquianos del café y observando sin apuro lo que ese modo de ver permite hacer: auscultar el pulso y el sentido del incesante bullir ciudadano. Pareciera que es en esos espacios de reunión social donde conocemos mejor el alma humana, en su postura más clara, al verse libre, aunque sea por un momento, de las ataduras del trabajo y los convencionalismos.
No podemos dejar pasar la oportunidad de calificar de magnífico el último de los capítulos: la Demora sin retorno: un diálogo prodigioso y delicado entre La muerte y nuestro gran Julio Cortázar. Preferimos no comentarlo: ¡es mejor leerlo!
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