Drogas en el trabajo

La necesidad de contar con relevamientos específicos

El uso y abuso de sustancias psicoactivas afecta todos los planos de la vida de un sujeto. En su trabajo el consumo indebido perturba desde el rendimiento hasta la seguridad e integridad suya y de las restantes personas vinculadas a su entorno.

Cuando nos planteamos la prevención, corresponde concebir programas que no se circunscriban a un sólo sector o grupo dentro de la empresa sino que se dirijan a todos los estamentos -cualquier sea su jerarquía o función- y que abarquen el consumo de todo tipo de sustancias (alcohol, tabaco, drogas, etc.).

Alcanzar una mayor y mejor implementación de las acciones que se proyecten, fundamentalmente dependerá de poder detectar los sectores o tareas más sensibles a la incidencia del consumo y al uso abusivo, identificando aquellos propios o característicos de cada actividad, oficio o puesto de labor; para luego elaborar o adaptar las estrategias más idóneas.

La “Encuesta Nacional sobre Prevalencia de Consumo de Sustancias Psicoactivas – 2008” realizada por el INDEC, pone de manifiesto los niveles de consumo -tanto de las permitidas como de las prohibidas-, proporcionando una información útil para una primera aproximación. Sin embargo, aún es insuficiente el caudal de información específica con la que se cuenta para mensurar la incidencia del consumo o las adicciones en la siniestralidad laboral, o en qué medida impacta en materia de rendimiento productivo, o en qué forma se traduce en los niveles de ausentismo, o cómo afectan la disciplina o alteran la organización de las tareas y la convivencia misma en la empresa.

Es preciso señalar y tomar conciencia de la falta de datos y de registros suficientes para esa clase de ponderaciones e intentar subsanarlo. Tampoco se cuenta con registros sobre consultas realizadas o denuncias por accidentes de trabajo vinculados al abuso de alcohol o relacionados con la automedicación de psicofármacos o con el consumo de drogas ilícitas, datos que permitirían una estimación de las situaciones de riesgo o del incremento del peligro propio de determinadas tareas por estas causas.
Esta falta de información conduce a una cierta invisibilidad del problema. A ese fin el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social deberá crear las instancias institucionales idóneas, promover los estudios y análisis estadísticos pertinentes, e inducir a los actores sociales a adoptar similares conductas valiéndose de los instrumentos paritarios a su alcance, para obtener un caudal y una calidad de datos que permita una mejor planificación de las acciones que sea menester emprender.

La prevención

Las carencias antes referidas no son óbice para que se desarrollen estrategias concretas, ni deben paralizar las iniciativas en curso o las nuevas que puedan surgir de la toma de conciencia acerca del tema. En ese sentido, debemos abocarnos sin demora a una tarea preventiva en sus tres niveles (primaria, secundaria o terciaria), cuya implementación implica la identificación de los problemas de consumo que hay que atender.

  • Se habla de “prevención primaria” cuando se proponen acciones para limitar el número de personas que se inician en el uso de sustancias o dirigidas a un grupo que aún no tiene participación en un consumo perjudicial. Atendiendo y actuando sobre el desarrollo de la conducta social permisiva y consumidora que puede devenir en abusiva. Se trata de acción preventiva en el sentido más puro, encarando el tema antes de que se convierta en problema, abarcando sustancias ilegales pero también aquellas que no son conceptuadas de este modo y que son de venta libre como el alcohol, el tabaco y los psicofármacos de consumo legal -que resultan potenciados en sus efectos por la automedicación-.
  • Frente a otras realidades que nos refieren un consumo ya instalado, a veces con cifras importantes de consumidores, se hace necesario implementar medidas de “prevención secundaria” dirigidas a aquellos que están en tratamiento -o debieran estarlo-, con posibles daños de mayor envergadura por alteración del juicio o de la conducta que pueden llevar a la discapacidad o a producir consecuencias perniciosas en las relaciones interpersonales.
  • Por último, existen situaciones que revelan daños ya profundos y permanentes sobre la salud psicofísica, que corresponden a las acciones de “prevención terciaria”, dirigida a un grupo que presenta trastornos permanentes y profundos devenidos de un consumo crónico. Para quienes se tornan necesarias otro tipo de respuestas y de contención, incluyendo tratamientos específicos, contemplando las dificultades de integración social que puedan presentar y las recaídas a las que están expuestos.

La falta del debido relevamiento o la ausencia de evaluaciones adecuadas comportan el riesgo de incurrir en cierto grado de improvisación al definir las estrategias o, incluso, al desarrollar las campañas. De esta manera, no sólo se limita la posibilidad de éxito, sino que puede llegar a constituirse en parte misma del problema al que se pretende atender.

De igual modo cabe estar alerta respecto de ciertos criterios de análisis, a partir de los cuales se pueden llegar a tolerar o justificar el consumo en tanto se lo entienda funcional o consustancial con la actividad laboral que debe cumplir la persona, o con las condiciones en que la misma se desarrolla. Tal lo que sucede en ciertos casos con el consumo de alcohol, culturalmente asociado con tareas de mucho esfuerzo físico, con duras condiciones climáticas, con peligros extremos o cuando se ejecutan en sitios apartados o en situaciones que implican desarraigo.

Es importante identificar los diferentes factores que pueden incidir en los hábitos de consumo de los sectores o grupos a los cuales habrá de proyectarse la actividad de prevención, para no caer en un reduccionismo que lleve a centrar el problema en la propensión individual. Para ello debe atenderse a dos órdenes de cuestiones: por una parte, la tolerancia social que relativiza y disimula la real entidad de las sustancias psicoactivas; y por otro lado, las dificultades que exhibe una labor determinada en razón de sus propias características o de las condiciones en que se desempeña, ofreciendo el soporte objetivo de las conductas abusivas de consumo.

Interesa particularmente evaluar las condiciones que facilitan el desarrollo de los hábitos de consumo, junto con los datos que indican las consecuencias que ocasiona. Además, es indispensable que las medidas que se adopten vayan más allá del propio trabajador e incorporen en ese proceso a su familia. La educación y formación que se imparta al trabajador condiciona en buena medida la seguridad y la salud en el trabajo, pero asimismo la potencialidad de su eficacia preventiva se incrementa en tanto también se proyecte más allá del centro laboral y se asegure la contención que necesita en su medio social y familiar.

El compromiso de trabajadores, empleadores y organizaciones gremiales

Un programa de investigación y prevención puede resultar de la iniciativa empresaria, a la luz de los problemas que se adviertan en la organización del proceso productivo, en el rendimiento laboral o en el acatamiento de las pautas establecidas que hacen a la disciplina en el trabajo.

También de la inquietud del sector sindical o de los representantes gremiales en la empresa, en razón de un eventual deterioro del medio ambiente de trabajo o con motivo de la incidencia de esa situación en la salud de los trabajadores.

Pero a su vez puede devenir a instancias de los propios Importa advertir que en muchas ocasiones los programas impulsados por las empresas, por las oficinas de personal, quedan visualizados o efectivamente transformados en meros programas de control de consumo de sustancias psicotrópicas. Con el riesgo de que puedan aparecer como formas inquisitorias o simples pesquisas potencialmente lesivas en el plano individual -en cuanto a la estabilidad o condiciones de desarrollo de las relaciones de trabajo-, más que como una acción colectiva e integradora del conjunto de personas comprendidas en la empresa (en todos los niveles).

Por ende, pareciera más adecuado propender a la programación y a la realización de acciones en forma conjunta por trabajadores y empresarios, con participación del sindicato, que priorice los acuerdos y consensos así como que favorezca el protagonismo de quienes estarán en definitiva involucrados y serán potenciales o reales destinatarios de esas medidas y de los efectos que se quieren provocar.

Un enfoque preventivo no debe circunscribirse a la acción tóxica de las sustancias consideradas, que desde luego interesan en cuanto a sus efectos en el medio laboral, sino también atender a las motivaciones que orientan y facilitan el consumo.

A la hora de seleccionar los ámbitos o sectores de trabajo en la especificación de la prevención para determinados grupos laborales, interesa considerar y tener particularmente en cuenta la exposición que pueden ofrecer ciertos puestos de trabajo sometidos a condiciones de labor peculiares y que colocan al trabajador en un mayor riesgo o en situación de mayor vulnerabilidad en lo que concierne al consumo de ese tipo de sustancias. Esto suele observarse en relación con tareas de una gran intensidad o de riesgos ciertos, o cuando se somete al trabajador a situaciones de aislamiento, o ante la permanente rotación de los turnos de trabajo, o respecto de labores extenuantes o de una gran monotonía.

En atención a tales particularidades resulta aconsejable pensar

en un programa de prevención laboral dirigido y proyectado sobre aspectos específicos. Planteándose los puntos ciegos que se presentan en la percepción social de los problemas, como también en las situaciones de desorientación y fragmentación en la comunicación o en la contención del colectivo laboral.
Desde esa perspectiva, la estrategia preventiva del programa debe sustentarse en una primera etapa dedicada a la capacitación de grupos para alcanzar la comprensión y el reconocimiento de los problemas vinculados al uso indebido de sustancias psicoactivas. Recién entonces se pasará a analizar otros términos del consumo, entre ellos los que conciernen a la iniciación, el hábito ocasional y el abuso.

Papel del diálogo social y la negociación colectiva

Los condicionantes sociales y económicos de los trastornos en la salud de la población reclaman cada día más atención, en especial a la hora de establecer el modo de hacerles frente para prevenirlos, tratarlos y propender a la disminución de sus consecuencias lesivas personales y comunitarias. La pobreza suele aparecer como uno de los factores principales, por las deficiencias en la nutrición o en la higiene, que favorecen –y en ocasiones determinan- enfermedades infecciosas, o por la alteración de las conductas que –por la precariedad de las condiciones de vida, la violencia o las sobreexigencias cotidianas para alcanzar niveles de subsistencia- colocan al sujeto en situaciones de particular labilidad frente al riesgo del alcoholismo, la farmacodependencia o el consumo de drogas.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) propone que los programas de atención en salud mental tiendan a orientarse hacia acciones de promoción y prevención, más que a poner el énfasis en los aspectos puramente psiquiátricos. Por su parte, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) destaca que el ámbito laboral puede ser un campo tensionante como resultado de diversos factores, tales como la falta de seguridad laboral, las relaciones conflictivas obrero-patronales, las escasas perspectivas de ascenso, los incentivos en procura de una mayor productividad, los bajos salarios, las jornadas de labor extenuantes y de duración excesiva y las condiciones laborales inadecuadas, entre otras.

En los programas que esgrimen como ideal la prevención, la responsabilidad social empresaria aparece en primer plano, pues las tareas que la prevención demanda se corresponden con las buenas prácticas y reales compromisos que aquella presupone. Del mismo modo, la Negociación Colectiva se muestra como una herramienta idónea. Asimismo, las acciones preventivas tienen que ser complementadas con actividades educativas. En los contenidos de los cursos que se impartan deberán considerarse temas que involucren tanto a las sustancias legales -la automedicación con psicofármacos, su uso y abuso- así como el consumo de sustancias que gozan de aceptación social -sin sanción, al menos en cierto grado- tales como el alcohol y el tabaco.

El Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social está llamado a cumplir un trascendente rol tanto para promover esos temas e inducir a las partes a su tratamiento, como para asegurar la racionalidad de los programas que puedan implementarse y la asistencia técnico-científica necesarias, incluso, mediante la coordinación con otras áreas de Gobierno que desarrollen acciones en ese campo.




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