Entrevista a Bernardo Kliksberg

¿Cómo se manifiesta la amplia diferencia entre pobres y ricos que persiste en la región?

Básicamente, en inequidad de oportunidades. No sólo se evidencian contrastes respecto a los ingresos, también a la provisión de agua, instalación sanitaria, salud, educación, acceso al crédito, a Internet –el 90% de la población no tiene conexión y entre los sectores pobres el 100% carece de esta herramienta–. El 80% de los chicos vienen de padres que no terminaron la escuela primaria y ellos tampoco culminan ese ciclo. Desertan porque deben trabajar, sus familias son débiles para apoyarlos en los estudios, tienen enfermedades, hambre.

Por lo tanto, la desigualdad es un asunto estratégico, decisivo para el futuro de Latinoamérica. Causa daños severos y es una de las razones centrales de la extensión de la pobreza.

¿Es posible revertir esta disparidad?

Yo creo que hay esperanzas porque la población de América Latina se está despertando: hay más participación y según las encuestas 9 de cada 10 ciudadanos se quejan de la disparidad presente en las sociedades en las que viven. Lo piensan electoralmente, lo expresan a través de protestas de todo orden y otorgan un mandato muy claro respecto a la necesidad de avanzar en este tema. Yo estoy convencido de la efectividad del proceso de democratización, dado que cuanta más gente se involucre y exija estrategias a favor de las necesidades de la mayoría, los logros aumentarán. Resulta significativo que hace pocas semanas la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, haya creado una Comisión Nacional por la Equidad en la búsqueda de nuevas propuestas.

¿Qué medidas concretas se pueden adoptar?

Son imprescindibles políticas públicas que creen oportunidades para todos. Pero el combate no proviene sólo del Estado, a éste hay que sumarle la iniciativa de la sociedad civil, empresas socialmente responsables, los medios, las universidades. Se puede hacer mucho por la equidad y hay que hacerlo en forma urgente.

En los países desarrollados, ¿existe conciencia de estas inequidades?

Hay una preocupación creciente y la opinión pública reclama opciones por entender que el mundo no puede ser tan rico y la gente tan pobre al mismo tiempo. Vivimos en un planeta que gracias a los cambios tecnológicos detenta una producción excepcional y, sin embargo, 3 mil millones de personas están por debajo de la línea de la pobreza. Aún peor, la mayor parte de la población de África tiene una edad promedio que no llega a los 50 años. Resulta bastante sintomático que se haya lanzado en Estados Unidos hace muy pocos días una coalición contra la pobreza, a partir de la que se solicita a todos los candidatos presidenciales que firmen un compromiso de apoyo a la lucha contra la indigencia en todas las latitudes. O sea, empieza a haber una inquietud muy grande a sabiendas de que con estos niveles de pobreza la tierra es explosiva.

Defina la “ética”

Pareciera que cuando la mencionamos estamos hablando de temas esotéricos, aunque debería ser la discusión obligada de todos los días. En la Biblia se la relaciona con los diez mandamientos, con prescripciones para tener una conducta de transparencia en todos los planos de la vida. Noruega, un país muy avanzado, número uno en las tablas de desarrollo humano en las Naciones Unidas, hizo que su sociedad discutiera en los municipios y escuelas cuáles eran los grandes desafíos éticos. En cambio, aquí se debate muy poco al respecto.

¿Qué acciones se encuentran pendientes en nuestra agenda ética?

Es imprescindible estrechar el vínculo entre ética y economía. La verdadera manera de medir si una economía resulta eficiente o no es tomar valores éticos como parámetros. Se debe evaluar si produce más dignidad, bienestar, desarrollo humano. Ya los fundadores de esta ciencia -como David Ricardo, Adam Smith- se enfocaron en el diseño de instrumentos que estuvieran al servicio de la gente.

Las economías latinoamericanas son totalmente antiéticas porque la desigualdad de oportunidades es máxima. Existe lo que en un artículo del Washington Post se denominó “accidente de nacimiento”: si uno proviene de una familia rica las posibilidades de concluir en una universidad de primera línea y conseguir un muy buen trabajo son amplias. En contraste, si se nace en una villa miseria las chances de finalizar la escuela secundaria son bajas. Este periódico había enviado a su subdirectora a investigar los países nórdicos. La nota afirmaba que en ellos se había eliminado el accidente de nacimiento porque el estado permitía a todos los jóvenes terminar la universidad brindándoles un sueldo. En esas circunstancias, recibirse o no es cuestión de responsabilidad personal.

¿A quiénes se les debe exigir comportamientos éticos?

Sin duda a los políticos, pero también a los empresarios, a los medios masivos de comunicación, a los líderes de la sociedad civil… todos deben actuar de acuerdo a criterios de humanismo básico.

¿Se necesita luchar contra ideologías enquistadas?

Claro, en los años 90 no sólo hubo un problema de políticas económicas totalmente contrarias a los intereses de la población que crearon pobreza, exclusión social, destruyeron buena parte de la clase media, sino que fue determinante el pensamiento que las acompañó.

Durante esa década, la sociedad llegó a considerar que si se cometían actos de corrupción de manera “elegante” y se cubrían bien las apariencias, eso implicaba viveza criolla.

En contraste, funcionarios públicos que no se dejaban corromper eran una especie de idiotas. Los valores morales estaban invertidos. Esa concepción no cambia de un día para el otro, no basta con que se modifiquen las políticas, tiene que haber un trabajo educativo y cultural muy importante para incorporar valores solidarios. El Papa Juan Pablo II solía decir que la solidaridad comportaba que los unos seamos responsables por los otros.

¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros para cambiar la realidad que nos envuelve?

Muchísimo, ante todo se trata de un deber. En la Biblia dice que nos está absolutamente prohibido ser indiferentes frente a los sufrimientos de nuestros congéneres. Textualmente: “No desentenderás la sangre del prójimo”. Ser responsable por los otros no es un castigo, ni una imposición, es más, el que ayuda al otro se beneficia a sí mismo. Investigaciones de la Universidad Hebrea de Jerusalén y de la de Harvard coinciden en que la gente que hace trabajo voluntario posee mejor estado de salud, viven más años, tienen menos úlceras, desciende la probabilidad de que sufran ataques cardíacos, estrés. Y esto se debe a que, en definitiva, el estado natural del ser humano es la solidaridad.

Existió un rabino muy célebre al que venían a visitarlo de todos los lugares del mundo y a cada uno que se le acercaba él le otorgaba un dólar para que se lo entregara a alguien que lo necesitara con la convicción de que cada vez que dos personas se encuentran a conversar debe salir algo bueno para una tercera. En definitiva, si todos intervenimos y cada vez que nos reunimos a dialogar surge algo positivo para otro ser humano vamos a tener una Argentina formidable.




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