Entrevista a Enrique Barros Bourie

Son los últimos días en que Enrique Barros ocu pa la amplia oficina de la presidencia del Colegio de Abogados. Con la lucidez que lo caracteriza, destacando por la claridad de sus ideas, su acabado conocimiento profesional y su visión de lo que él llama “pensar el derecho”, explica sus razones para no respostularse en este cargo al cual le ha entregado una gran cantidad de tiempo y dedicación:

– He trabajado con un Consejo de muy alta calidad personal y profesional, y me siento extremadamente gratificado por eso. Pero estos cargos son muy demandantes, creo que es mejor tenerlos por periodos limitados y el plazo de cuatro años me parece suficiente. Además en el último tiempo he tomado participación en el juicio con el Perú, que supone una atención muy preferente y hoy día es mi principal preocupación profesional. Desde el punto de vista personal, servir a mi país representa una gran oportunidad. El caso está siendo bien llevado, pero es muy delicado y estamos en una fase crucial; la próxima semana, por ejemplo, tengo que viajar dos veces a reunirme con los abogados en París. Además tengo una actividad académica y profesional que atender.

Ordenado, riguroso y metódico, cuenta que siempre ha trabajado mucho, incluso a costa de otros intereses, y lo ha hecho con gran pasión. Malo para contar chistes, según reconoce, sin embargo se ríe con frecuencia y valora el buen humor, ya que éste  “se opone a la gravedad que muchas veces está asociada a la tontera, y de alguna manera también tiene que ver con el hecho de no tomarse a sí mismo tan en serio”.

Es alto y delgado como un Quijote, pero según dice el parecido con el personaje de Cervantes no va más allá de la apariencia.

“En un sentido no soy quijotesco, ya que como abogado intento tener claras las metas que uno puede lograr y las que no puede”, expresa. Esta mirada ha guiado su actividad gremial, con la conciencia de que el Colegio de Abogados tiene una larga y antigua tradición que le hace ocuparse de importantes funciones públicas, como dignificar la profesión, proveer a la correcta administración de justicia y cautelar el estado de derecho:

-Eso es precisamente lo que me apasionó para primero ser consejero y luego presidente del Consejo. En este periodo hemos puesto un énfasis especial en la revisión de nuestro código de ética, que tiene sus orígenes hace un siglo. Ante la explosión de la profesión legal en los últimos años, hemos tenido que ponernos en una serie de hipótesis, de situaciones concretas y reglas más precisas que puedan hacerse cargo de cuáles son los problemas éticos que enfrentan los abogados hoy en día. Porque además se ha perdido el ethos común de la profesión, que está dado por antiguas tradiciones. Cuando los abogados comparten ese ethos de una manera espontánea, naturalmente es mucho más fácil que cuando se produce la enorme diferenciación del ejercicio de la profesión legal.

Buenas prácticas profesionales

-¿Qué participación han tenido los asociados en el proceso de definición del nuevo Código de Ética?

– Un avance importante ha sido orientar el Colegio hacia los asociados, fortaleciendo su participación. En la discusión del Código de Ética, en que nos hemos demorado cuatro años y ha sido un trabajo de extrema dedicación, es impresionante cómo han participado más de 150 abogados externos al Consejo, en las comisiones de trabajo que se formaron, en pequeños grupos que trataron temas específicos y discutieron estas proposiciones antes de llevarlas al Consejo. En definitiva, hemos tratado de aumentar la participación, incluso todas las proposiciones han sido puestas en la página web del Colegio, que nos hemos preocupado de fortalecer, de tal manera que los colegas puedan hacer observaciones a las proposiciones que se han ido discutiendo.

– Sin embargo, el Presidente de la Corte Suprema, Milton Juica, afirmó que el Colegio ejerce un “nulo control ético” sobre la profesión de abogado.

– Emitimos una declaración frente al extremo pesimismo que él demostró sobre el cuidado de las buenas prácticas, que está publicada en nuestra página web. El Presidente de la Corte luego ha escrito una carta muy conceptuosa para con el Colegio. Nosotros compartimos el juicio respecto de una buena parte de la profesión que está fuera de la tuición del Colegio, pero en los colegiados la estamos ejerciendo de la manera en que históricamente se ha realizado, porque naturalmente una de las tareas fundamentales del Colegio es combatir las malas prácticas profesionales. Efectivamente la colegiatura voluntaria tiene una carga que también es positiva, ya que quienes participan en el Colegio, públicamente se someten a una jurisdicción de buenas prácticas que los dignifica a ellos mismos como profesionales.

– ¿Pero qué sucede en el caso de los abogados que no están colegiados?

– La verdad es que prácticamente no existe ningún control ético para ellos, y por eso la tarea fundamental hacia adelante es establecer un procedimiento general de cautela de las buenas prácticas profesionales. No puede ser que la persona que ha sido engañada por un abogado o víctima de una mala práctica, deba ir al juzgado civil para seguir un procedimiento que es costoso en tiempo y en dedicación, y que además supone el patrocinio de un abogado, en circunstancias de que usualmente se trata de asuntos de muy pequeña cuantía.

– ¿El procedimiento de reclamos también ha sido modernizado?

– En forma paralela hemos trabajado para mejorarlo institucionalmente, observando los estándares contemporáneos de lo que es una jurisdicción disciplinaria, respetando los principios de debido proceso. Ya tenemos un reglamento muy avanzado, que esperamos esté aprobado al aparecer esta Revista del Abogado.

– Otro de los temas al que el Consejo ha dado gran importancia es la formación de los asociados.

– Una de nuestras tareas esenciales ha sido orientarnos al tema de la formación continua. Obedece a un diagnóstico de que hay muchos abogados que no tienen acceso a una formación universitaria de especialidad, y por ello hemos recurrido a una contribución voluntaria de muchos de los mejores especialistas que hay en Chile. Una de las mayores retribuciones que he tenido es comprobar que para los abogados, jueces y profesores universitarios invitados, más que verse sometidos a una carga, es un gran honor venir a exponer a los colegiados. En verdad hemos tenido un gran éxito con el ciclo “Los martes al Colegio”.

¿Cuestión de número o de calidad?

– ¿Qué sucede en Chile, existen demasiados abogados, o hay demasiados abogados sin formación adecuada?

– Este es un tema que nos inquieta y hemos trabajado mucho en pos de la calidad de la profesión. Por cierto que no es un objetivo del Colegio limitar el número de abogados; eso sería una práctica anticompetitiva que ha sido rechazada en todos los países. Lo que sí me preocupa, y donde existe un déficit regulatorio en Chile, es que el título de abogado definitivamente no es informativo de que quien lo detenta tenga las capacidades profesionales mínimas que supone la confianza que los clientes ponen en su abogado. Eso vale particularmente para la gente humilde, porque el empresario, el profesional que recurre a un abogado, puede discernir con cierta facilidad cuáles son las destrezas que tiene ese abogado y puede informarse al respecto, pero la gente humilde no tiene esa posibilidad.

-¿Cómo es eso?

– Se encuentra con una persona que tiene el título de abogado otorgado por la Corte Suprema, pero el único antecedente que ésta toma para otorgar el título, es el grado de licenciado otorgado por una universidad. Y ocurre que nos encontramos con sorpresas verdaderamente significativas; por ejemplo, hace 20 años en la IV Región no había ninguna facultad de derecho, hoy día hay ocho: seis en La Serena, una en Ovalle, que es una ciudad relativamente grande, pero también hay una en Illapel. La pregunta que uno se hace, es si en una pequeña comuna como Illapel, que tiene algo más de 30 mil habitantes, están los recursos académicos para entregar una formación jurídica que pueda asegurar que el egresado o licenciado dispone de la formación necesaria y de adecuadas capacidades prácticas. Algo que es imposible, como bien sabemos todos los que nos dedicamos al derecho académico y profesional. Este es un ejemplo, pero hay decenas más. Mi impresión es que tarde o temprano vamos a tener que llegar a un sistema en que un órgano externo acredite estas capacidades, si se cumplen o no.

– ¿Quién debería administrar ese sistema?

– Eso es una decisión política, pero el Colegio debe participar en la gestación y desarrollo de esa idea, y probablemente también en su implementación.

– En otras ocasiones Ud. ha afirmado que la formación universitaria en derecho no necesariamente debe estar orientada u ordenada a la capacitación profesional.

– Así es, de hecho, buena parte de las mejores facultades de derecho del mundo, como son por ejemplo las del ámbito anglosajón, consideran que su tarea no es capacitar directamente para la profesión, sino formar cabezas que piensen bien el derecho, que lo amen y se interesen por defender por su medio ideales valiosos. La capacitación profesional en general viene en la práctica, que no es controlada por las universidades, sino por entidades independientes, ya sean los colegios de abogados o la sociedad a través de los órdenes públicos que se determinen.

– ¿Sobran abogados en Chile?

– No es un problema de números, yo creo que mucha gente se puede ganar la vida como abogado, por ejemplo en la administración, en los municipios, donde no necesariamente se requieren juristas. Una de las maravillas de la profesión legal es que en el mundo moderno, en nuestra sociedad actual, hay oportunidades para caracteres humanos, capacidades, actitudes y orientaciones muy distintas.

– ¿Qué proporción de abogados hay en nuestro país?

– Tenemos aproximadamente 14 abogados por cada 10 mil habitantes. Esa es una proporción inferior a la mayoría de los países de Latinoamérica, pero ya nos estamos acercando a los estándares norteamericanos. En Massachusetts, por ejemplo, es de 14,5. Brasil en el 2005 tenía 28, pero tal como van las cosas nosotros vamos a llegar a una proporción como esos países. Sin embargo, no se trata de buscar o definir exante, que haya un número óptimo de abogados, ello sería contrario a la competencia. En cambio, no es contrario que quien tenga el título de abogado posea una acreditación pública de que efectivamente cuenta con las destrezas necesarias para serlo, ni que haya información más completa acerca del destino laboral de los egresados de las diferentes escuelas de derecho.

Incompatibilidad con la política

– ¿Qué grado de influencia en la sociedad tiene el Colegio?

– Pienso que posee una gran autoridad basada en su confiabilidad. Tengo la convicción, a través de mi experiencia como Presidente del Colegio, que existe tiene un respeto social muy grande hacia él en Chile.

– Es escuchado.

– Sí, y hay buenas razones para que lo sea, porque nosotros como Colegio de Abogados nunca hemos tenido afanes corporativistas, de proteger la profesión más allá de lo que es legítimo como prerrogativas básicas del ejercicio de la profesión. Y en segundo lugar, porque realmente existe una vocación de servicio público en nuestra profesión, que hace, por ejemplo, que el Colegio esté formado por personalidades verdaderamente muy valiosas, relevantes. Eso permite que el discernimiento de los temas públicos vinculados a la profesión sea extraordinariamente rico y riguroso.

– En lo personal ¿ha pensado alguna vez en dedicarse a la política?

-Tempranamente, hace muchos años, un gran político conservador, una persona con quien tuve una larga relación desde el regreso de mi doctorado en Alemania, me invitó a participar en política. Pero sucede que yo tengo una fuerte vocación académica y la profesión es realmente muy apasionante. Como abogado uno puede ser profesional, puede ser académico, incluso he escrito un libro de derecho y en el próximo tiempo espero continuar esa tarea, pero la política la he descartado porque no tengo una particular vocación por ella. Poseo una vocación por lo público, que he canalizado desde hace muchos años a través del Centro de Estudios Públicos, CEP, y en los últimos años en el Colegio y en el caso planteado por Perú. Pero la política es incompatible con estos otros intereses que yo he tratado de desarrollar en mi vida.

– Usted es un hombre de fe. ¿Qué papel ha jugado la religión en su vida?

– ¡Me cuesta tanto hablar de la cosa espiritual, soy un poco pudoroso en eso! Mi experiencia religiosa fue muy intensa cuando era niño, después se evaporó y con el tiempo renació. Para mí la actitud religiosa es un gran auxilio y una gran compañía. No puedo decir más que eso, porque la experiencia espiritual es muy personal. Creo que a uno lo pone en una actitud de humildad, ya que cada día tiene la percepción de su absoluta finitud. Eso hace que esta vida, que es un relámpago en la historia, sea considerada en su verdadera dimensión, menos soberbia, probablemente. Eso puede ayudar a crear un sentido de comunidad en las cosas que uno hace.

– A estas alturas ¿de qué se arrepiente?

– Con el correr del tiempo uno tiene conflictos, pierde amigos, incluso debe soportar pequeñas traiciones, y naturalmente si pudiera retroceder la historia habría hecho distintas algunas cosas, de modo de no tener algunos dolores profundos que uno va teniendo en la vida. Pero, en definitiva, soy un gran agradecido de la vida y de las oportunidades profesionales y personales que me ha dado.




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