Especializaciones en derecho el mundo que viene
El antiguo abogado de práctica general, que como el médico rural todo lo sabía, está dando paso a profesionales que cada vez más buscan especializarse en un área, especialmente los jóvenes, quienes necesitan nuevas herramientas, habilidades y destrezas para hacerse un lugar en el competitivo entorno del presente.
Qué 20 años no es nada parece no ser cierto en el mundo del derecho. Navegando en aguas cambiantes, desde la década del 80 los abogados chilenos han debido enfrentar diversos fenómenos, entre los cuales destacan una creciente complejidad legislativa, un explosivo aumento de las facultades de derecho y una competencia profesional cada vez más agudizada, con clientes también cada vez más exigentes, lo cual lleva a que conseguir trabajo -y mantenerlo- no sea fácil.
Enfrentar este nuevo escenario, ingresar al mercado laboral y destacarse entre miles de otros abogados -cada año se titulan cerca de 1500 nuevos profesionales-, requiere el desarrollo de habilidades y destrezas específicas que son altamente valoradas en el ámbito jurídico. En este contexto, la tendencia a la especialización ha ido posicionándose cada vez más como una herramienta de gran valor, de modo que hoy día, un profesional especializado es un profesional doblemente cotizado. La tradicional división de actividades entre el derecho penal, civil, laboral y las demás ramas, en la actualidad se ha enriquecido con cerca de 20 especializaciones, entre las que se cuentan derecho administrativo, ambiental, internacional privado y público, comercial, constitucional, marítimo, tributario, informático, Derechos Humanos …y muchas otras ramas que están transformando el rostro de esta profesión. A ello se agrega otra circunstancia relevante, como son los tratados internacionales que Chile viene suscribiendo desde hace algún tiempo, cuya atención es compleja y requiere un alto grado de conocimiento en el tema.
En este contexto, la ventaja de la especialización es la seguridad y confianza con que pueden prestarse los servicios que el cliente precisa, de manera más rápida y eficiente que en el caso de quien no domina un área específica.
Como es obvio, la especialización no es un fenómeno que atañe exclusivamente a nuestro país, sino al mundo, y en el cual nos encontramos a la par de nuestros hermanos latinoamericanos, pero bastante retrasados frente a Europa y Estados Unidos, donde los abogados tienden a especializarse cada vez más. Como explica Luis Ortiz, Doctor en Derecho por la Universidad de Roma, profesor de Derecho Penal en las universidades de Chile y Católica y vicepresidente del Colegio de Abogados, “el antiguo esquema del abogado consultor y litigante a la vez, con conocimientos básicos multidisciplinarios, equivalente al viejo médico rural que trataba de curar toda clase de enfermedades y dolencias, ha ido siendo substituido poco a poco, especialmente en los centros urbanos de gran población, por profesionales que por distintos motivos atienden problemas preferentemente de un área; y en algunos casos, exclusivamente. Pero si se trata de abogados que trabajan en lugares apartados donde necesariamente tendrán que afrontar consultas y atender asuntos de la más diversa índole, por razones económicas no es fácil negarse a la atención de un caso”.
Así, esta tendencia que comenzó en Santiago y luego se extendió hacia Valparaíso y Concepción, no es todavía un sistema que mayoritariamente sea realidad en Chile, especialmente a nivel de provincias, donde la mayoría de los abogados sigue atendiendo asuntos de distinta naturaleza y al mismo tiempo prestando asesoría corporativa a clientes habituales. En consecuencia, el abogado de práctica general siempre tendrá un campo de desarrollo profesional. Por otra parte, como explica el destacado abogado constitucionalista Arturo Fermandois, Master en Gobierno y Políticas Públicas dn la Universidad de Harvard y profesor de la Universidad Católica, “debe considerarse también que, con o sin especialización, el cliente premiará el criterio del abogado, su creatividad y capacidad de generación de ideas para resolver o ilustrar el problema de que se trate. El abogado que carezca de esta zona intelectual puede esperar poco de su especialidad, por mucho que profundice en ella”.
Pero así y todo, los jóvenes abogados de las regiones tienen clara la importancia que para su futuro profesional tiene especializarse en un tema. Carlos Salazar, quien estudió en la Universidad Católica del Norte, de Antofagasta, y se tituló en el año 2006 considera que es absolutamente necesario tener estudios de post grado: “No he podido realizarlos aún por una cuestión de ubicación geográfica, toda vez que tengo mi oficina en la ciudad de Calama, y todos los cursos se imparten en Santiago y requieren presencia. La mayoría de mis compañeros de generación y algunos abogados que conozco están en la misma situación: a todos les parece indispensable el perfeccionamiento”, explica.
Cariño, paciencia y perseverancia
En general, la especialización suele darse de dos maneras: ya sea a través del ejercicio de la profesión, en el caso de los abogados con experiencia, y/o mediante estudios de posgrado, cursos y seminarios, sobre todo en el caso de los jóvenes. Marco Sepúlveda, quien se tituló en el año 2005 y se especializó en derecho laboral después de algún tiempo de haber trabajado en esa área, es un buen ejemplo de lo que sucede con las nuevas generaciones. “Me gusta estudiar, y además es necesario mantenerse actualizado, especialmente por los grandes cambios que ha sufrido nuestra legislación”, explica, y agrega que ya ha cosechado rápidamente los plus que entrega una especialización: postuló a diversos trabajos como abogado “laboralista” y quedó seleccionado o pre seleccionado en todos. A su vez., Nicolás Atkinson, joven abogado de la Universidad Católica, que trabaja en el área del derecho eléctrico, tiene claro que la especialización se premia con honorarios más altos: “Se mejora la remuneración para no andar “vitrinenando”, o al menos debería ser así. Todo esto sin mencionar que evidentemente tu empleo debe ser mejor pagado si producto de la especialización realizas un trabajo de mejor calidad en menor tiempo”.
Con más años de experiencia y una reconocida trayectoria, para Arturo Fermandois la opción por especializarse en Derecho Constitucional surgió en forma espontánea al estudiarla “de la mano del genio y cariño” de su profesor Jaime Guzmán. “Luego, recibido y más maduro, planifiqué profundizar la especialidad, quizá alejarla un poco de la política y extenderla al derecho regulatorio, administrativo y políticas públicas. Esto debe intentarse básicamente mediante postgrados, publicaciones, seminarios, cariño y paciencia. ¡Hay que tener mucha paciencia y perseverancia para especializarse!”, expresa.
Pero en su opinión éste es un asunto complejo y no basta con tener estudios de posgrado para ser un abogado especializado: “No es tal el abogado que visita ocasionalmente el tema, el oportunista, sino aquel que ejerce, publica y enseña consistentemente su especialidad; aquel que está en el debate público propositivo sobre los temas que inquietan a su rama, que se sacrifica ad honorem por ella: participa en el estudio de proyectos de ley, integra comisiones y no las rehúye, entre otras iniciativas”.
A su vez, para Luis Ortiz, la especialización en parte se dio de modo natural, pero a la vez fue fruto de una decisión meditada, en la cual influyeron sus “grandes” profesores de Derecho Penal. Es así como siguió cursos de especialización en Derecho Penal y Criminología en la Universidad de Roma y posteriormente de Metodología de la Enseñanza en la Universidad de Nueva York. “El Derecho Penal me gustó siempre por la importancia de los valores que están en juego en los casos criminales. Una buena o mala defensa puede comprometer intereses tan relevantes como la vida, la libertad personal, el honor o el patrimonio de una persona”, explica.
Desde ya hace algún tiempo, la tendencia a la especialización ha impactado fuertemente en la enseñanza del Derecho. Carlos Frontaura, Secretario Académico de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica, indica que en 1992 esta casa de estudios inició el primer programa chileno de Magíster en Derecho Público con Mención en Derecho Constitucional y el programa de Postítulo en Derecho Constitucional. A éstos se agregaron otros estudios de magíster y postítulos, lo que finalmente culminó con el Doctorado en Derecho y, desde hace nueve años, una serie de diplomados en diversas áreas. En tanto, desde 1996 la malla curricular de la enseñanza de pregrado también viene siendo modificada con el fin de que los alumnos egresen con cierta especialización. Además, el año 2005 se crearon seis certificados académicos de especialidad para ser otorgados junto al grado académico de Licenciado en Derecho. “Desde la existencia de estos certificados ha aumentado el interés de los alumnos en especializarse. A modo de ejemplo, puede señalarse que sólo 14 alumnos egresados en el año 2004 obtuvieron su especialidad, cifra que al año siguiente llegó a 46”, señala el vicedecano.
¿Quiénes son los alumnos que asisten a cursos? Por lo general, abogados que se han dedicado en el ejercicio de su profesión a un determinado ámbito y que optan por un magíster, postítulo o diplomado con la finalidad de profundizar y perfeccionarse en su área: “Por ejemplo, un alto porcentaje de los alumnos del Magíster en Derecho Público son profesionales de la Administración del Estado y muchos estudiantes de los Diplomados en Derecho Tributario trabajan en consultoras y auditoras. Los profesionales con experiencia optan generalmente por la actualización o sistematización de contenidos a través de cursos vinculados a reformas, como la reforma procesal penal. Las especializaciones relativas a nuevas tendencias, como el derecho del medio ambiente, son atractivas para abogados jóvenes. Y cada vez más, el grueso de los asistentes son abogados jóvenes entre 30 y 35 años”.
Pierino Perazzo, vicedecano (S) de la Universidad de Chile, indica que ya el Plan de Estudios del año 1976 contemplaba en la malla curricular la aprobación de dos cursos de especialización. Ese mismo Plan de Estudios, reformado el año 2002, considera hoy la aprobación de un mínimo de créditos provenientes de cursos electivos, los que equivalen a 16 asignaturas que el alumno debe cursar en el transcurso de la carrera. Pero sin duda donde más se ha hincado el diente es en los cursos de especialización, seminarios, diplomas, magíster y doctorado, lo que se ha traducido en una intensa labor de la Escuela de Graduados. En los últimos años esta Universidad ha impartido cinco o seis cursos anuales, en diversas áreas del Derecho, a los que -continuando con la tendencia que se observa en otras casas de estudios- asisten abogados jóvenes en su mayor parte, formados en diversas Facultades de Derecho, nacionales o extranjeras, quienes buscan adquirir un bagaje que los sitúa sobre la media y así mejorar sus ingresos.
¿Estudiar en Chile o en el extranjero?
En tanto, la Universidad Diego Portales también ha acusado en su malla de pregrado el impacto de esta tendencia y en 1996 comenzó a dictar en sus primeros cursos de especialización. En la actualidad cuenta con diversos Masters y diplomados y un pos título en mediación. María Ester Valenzuela, directora de la Escuela de Derecho, señala que a ellos asisten profesionales de diversas edades y provenientes del área jurídica y social, pero existe un gran interés entre los abogados mas jóvenes: “Con la gran cantidad de abogados compitiendo en el mercado laboral, la especialización, incluyendo el conocimiento de un idioma extranjero, resulta fundamental para acceder a mejores posiciones dentro del mercado legal. Es más, en la actualidad se plantea como imprescindible contar con una formación adicional a la del pregrado”.
Cuando le preguntamos si los abogados jóvenes prefieren especializarse en Chile o en el extranjero, afirma que la preferencia no pasa por el lugar geográfico donde desarrollar un curso de postgrado sino por el prestigio de la institución donde éste se cursará. “Los cursos de especialización impartidos en nuestro país -por supuesto en universidades de prestigio- son de gran calidad académica. Sin embargo, los abogados saben que tendrán un plus al estudiar en el extranjero, especialmente en países como Estados Unidos e Inglaterra, ya que no sólo aprenderán los conocimientos propios de la especialización sino que además el idioma y la experiencia de haber sido partícipes de una cultura distinta”. A su juicio, las demandas por especialización provienen tanto del mercado legal como de los propios clientes. “La misma existencia y masificación de los estudios “boutique” es una muestra evidente de aquello”, afirma. Pero a juicio de Arturo Fermandois, aunque se están dando pasos importantes para potenciar las especializaciones, es necesario ser realistas. “Por décadas en Chile la enseñanza del derecho fue generalista, sin mayor pasión por la especialidad. Tomará tiempo cambiar esta mentalidad”.
Si seguir un posgrado en Chile ya es difícil, por el costo de los estudios y la dedicación de tiempo que requiere, estudiar en el extranjero es doblemente difícil y se trata de algo que no está al alcance de todos los bolsillos. De los afortunados que tienen la oportunidad de especializarse afuera, la mayoría lo hace a través del sistema de becas, pero también otros pagan sus estudios en forma particular, como es el caso de Carla Piedra, joven abogada de la Universidad Católica, que en agosto de este año comenzará a estudiar un Master en Derecho Corporativo en la Universidad de Nueva York. Dicho programa tiene un arancel de aproximadamente US$40 mil anuales, al cual hay que agregarle los costos básicos de vivienda y alimentación, que dependen de cada estudiante. Su motivación es desarrollarse profesionalmente en una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos y relacionarse con profesionales de excelencia de distintos países, pero también “vivir la experiencia de residir fuera de Chile, optar a trabajar durante un año en un estudio de abogados de Estados Unidos, profundizar mi inglés y disfrutar del hecho de vivir en Nueva York siendo estudiante”.
En cambio, Felipe Schuster, quien siguió un Master en Propiedad Intelectual, en la Universidad Carlos III de Madrid, pudo hacerlo porque surgió la posibilidad de postular a una beca que otorgaba para ese curso la Fundación Arte y Derecho de España, que él ganó. “La experiencia fue excelente, con profesores de calidad y buenos contenidos académicos. En el curso había bastantes latinoamericanos, sobre todo mexicanos, yo era el único chileno”.
En general, cuando se contrata abogados jóvenes no se exige especialización, distinto es si se opta por un abogado con experiencia, ya que entonces es vital que sea experto en uno o más temas, y también se valora el manejo de idiomas. Por ejemplo, Ariel Scharfstein, abogado de la Universidad de Chile, titulado en 2006, cuenta que en la búsqueda de su primer trabajo la especialización no fue un ítem importante a ser considerado por quienes lo entrevistaron. Y al igual que muchos otros nóveles abogados, antes de especializarse cree que es importante ejercer la profesión por algún tiempo para tomar una decisión acertada y consciente.
Finalmente, en el contexto del ejercicio de un derecho cada vez más segmentado y de práctica menos general, en un mundo altamente globalizado y con economías estrechamente imbricadas, es fácil predecir que durante los próximos años la tendencia a la especialización seguirá abriéndose caminos, como una marea incontenible.
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