Las censuras en el tango
Origen y observaciones éticas
Es muy común leer y escuchar que el tango tiene un origen prostibulario. Aquí se presentan dos versiones. La primera sostiene que en los lupanares no había músicos, sólo en algunos lugares de provincia había locales que, con la apariencia de ser de baile, brindaban el doble servicio y allí se tocaban además de tangos, polcas, milongas, cifras, valses y todo ritmo que animara el ambiente. En Buenos Aires la locación era muy cara, por lo que no se justificaba la pérdida de plata. Ahora bien la confusión obedece a varios motivos. Algunas casas de baile o academias no tenían buena reputación y la concurrencia era variada y mucha veces “non sancta”. Acudían compadritos y chicas de vida fácil.
Pero esto no convierte a esos espacios en prostíbulos ni nada que se le parezca. Además, allí no se bailaba únicamente tangos. Por otra parte, se hallaban academias prestigiosas donde acudía gente socialmente más elevada y donde también el tango reinaba entre las danzas. Los que repiten esta versión se basan en los títulos procaces y de doble sentido que tenían algunos tangos primitivos. Esos mismos títulos antes los habían tenido polcas que se iban repitiendo y pasando de un ritmo a otro.
Otra explicación difundida constantemente es la que habla del tango prohibido, del tango rechazado por las capas altas de la sociedad. Pero tampoco resiste prueba. En los años 1902 y en los sucesivos, el Teatro Opera organizó bailes con tangos. Este no era un lugar donde precisamente asistían los trabajadores o la gente del arrabal. Además, con el avance tecnológico apareció la industria discográfica y con ella el desarrollo de toda la música y en especial del tango. Un disco valía entre dos pesos con cincuenta centavos y cinco pesos. El tocadiscos entre ciento cincuenta y trescientos pesos. Las partituras entre uno y tres pesos. ¿Quiénes eran los posibles gastadores? Sin duda la gente pudiente, que además del aparato que reproducía el disco, tenía piano en su casa para poder ejecutar las partituras. El salario de un vigilante de ese tiempo era de sesenta pesos. Entre 1903 y 1910, se editan más de un millar de discos -350 eran de tango- e incontables partituras. En la década posterior la producción ascendió a 2.500 discos de tango. Esta teoría tiene como broche de oro el hecho de que el tango fuera reivindicado por la sociedad porteña luego de su éxito en Europa. El desarrollo del tango comienza allí avanzada la segunda década del siglo, precisamente desde 1912 y alcanza su auge mucho tiempo después.
La promocionada prohibición de la Iglesia fue levantada gracias a una exhibición en el propio palacio del Vaticano ante el Papa. No existe ninguna prueba documentada al respecto en ningún registro de la Iglesia, ni testimonios de la época. La mayoría de los escritores no trabajó en este sentido y dio por ciertas las definiciones de Luis y Héctor Bates que, si bien tuvieron el mérito de ser los primeros que escribieron sobre el tango, fueron los padres de tal posición. Con una perspectiva distinta, el libro fundamental que brinda información respaldada en variedad de fuentes se titula “El tango en la sociedad porteña 1880-1920”, escrito por Hugo Lamas con la colaboración de Enrique Blinda y editado por Héctor Lucci.
La segunda crónica apunta sobre dudas en ciertos lugares citados. Se dice que en el restaurant y patio de tango “Lo de Hansen” (1877-1912) las mujeres de vida libertinas solamente eran las que se podían abrazar para bailar tango o bien aquellas que vinieran acompañadas. A este lugar se le imputa el prestigio de ser una de las reconocidas “cunas” del tango. Comentarios de la época le imputaban también funciones de burdel. Semejante forma para muchas de las academias que abundaban encubiertamente en aquel entonces, ocultándose del accionar policial como las mentadas “ficheras” damas que complementariamente ejercían el meretricio y que su oportuno cliente era el aprendiz de bailarín, si es que se acordaba. Hay ciertas conjeturas referentes a la coreografía de la danza en que se presupone, tal vez, que el tango antes se bailaba con la cara marcadamente opuesta en la pareja para posteriormente enfrentar la mirada, porque la mujer, amén de acompañar al varón, pactaban servicio. El factor del informe, entre otras razones, hace cómplice a la posterior ley de profilaxis de 1936 y a continuación quizás también disposiciones restrictivas que coartaron bailar el tango.
Leyes restrictivas
El escritor Scalabrini Ortiz sostuvo que el baile llegó a ser sinónimo de aquiescencia y disolución, incluso se votaron impuestos inhibitorios para los restaurantes que le permitieran bailar a los parroquianos. Lo destacable es que el 4 de abril de 1872 y el 15 de octubre de 1883 se promulgan dos Ordenanzas.
La primera, atinente a publicaciones inmorales, determina que el Intendente de la Ciudad de Buenos Aires solicitaría la fuerza pública si fuese menester para el cumplimiento de la disposición, que consistía en recoger los escritos en venta callejera o vendidos o en exhibición reputados inmorales haciendo obviamente la calificación pertinente y resolviendo sobre la naturaleza de ellos con multa o prisión según el caso conforme al artículo 1º y 3º. Y la segunda reglamentación, que normatiza la actividad carnavalesca, versaba sobre la moralidad de la costumbres. Ésta se complementaba con el art. 1º que prohibía verter en público palabras obscenas, bajo la multa de cuatro pesos; y en la misma disposición en su art. 3º regulaba dar bailes públicos sin licencia Municipal con sanción de cuatro pesos. Aquí quisiera resaltar la publicación de algunas partituras con sus respectivos autores a las que podrían hacer referencia las disposiciones entre otras tantas: “Tócamelo que me gusta” (Prudencio Muños), “Tócalo más fuerte” (Pancho Nicolín), “Se te paro el motor” (Rómulo Pane), “Tócame la carolina” (Bernardino Terés), “El tercero” (A.L. Fistolera Mailié), “El fierrazo” (Carlos Hernán Macchi), “De quién es eso” (Ernesto Poncio), “Sacudime la persiana” (Vicente Loduca), obras tituladas con doble intención posiblemente, y que aun hoy no dejan de tener un contenido suficientemente obsceno: “Se caminaba con aire sobrador, se chamuyaba al revés por diversión y era el piropo una industria nacional florida y sentimental”… entonó la representativa y recordada actriz y cantante Tita Merello en “La milonga y yo” (letra de: Leopoldo Díaz Vélez y música de: Tito Ribero), que dejó plasmado en una grabación discográfica.
Inclusive, hasta mediados del siglo XX una resolución de origen policial limitaba la posibilidad de manifestarse públicamente con esta suerte de galantería o lisonja a veces con pretensiones poéticas hacia la mujer. En efecto, a raíz de una disposición dictada por el aquel entonces Jefe de Policía coronel Ramón L. Falcón fechada el 28 de diciembre de 1906, se exhortaba al cumplimiento de la orden policial del día 10 de abril de1 889 y se recordaba al personal el deber que le estaba atribuido por la reglamentación vigente para velar por la moral y buenas costumbres, así como impedir que nadie sea molestado ni provocado con ademanes o palabras que infirieran ofensa al pudor; debiendo proceder con el mayor empeño en la prevención de esa falta y con la mayor rigurosidad en la represión cuando se atentara contra señoras, niñas, ancianos, personas del culto y en general de todas aquellas que por razón del sexo, diferencia de fuerza, debilidad, etc. no pudieran repeler las agresiones o asegurar o perseguir a los autores para denunciarlos a la autoridad, lo punitivo para este caso era quince días de arrestos o cincuenta pesos moneda nacional.
Derribó toda barrera
Posiblemente peque de presuntuosidad la afirmación, pero así como los griegos le dieron entidad y espíritu al teatro para poder exteriorizar ideas, emociones y fantasías… los rioplatenses cultivaron una expresión que evolucionó con el correr de los años y que pronunció sus añoranzas y regocijos para caminar hacia la definición de su personalidad. Sensual, nostálgico, solemne, elegante, atrevidamente erótico, de estructura coreográfica rica y compleja, internacionalizado y representativo como depurado. Con estilos propios de bailar en distintos barrios de Buenos Aires el tango maduró como expresión. El perfil de muchos de ellos irradiaron los acontecimientos socio-político-económicos de su momento histórico. Y debieron sortear todo tipo de obstáculos para sobrevivir.
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