Nuevos abogados ¿cómo los está tratando el mercado?

Con cerca de 40 escuelas de derecho, más de 27 mil estudiantes de esta carrera y aproximadamente 1.500 nuevos profesionales que anualmente juran, el mercado chileno podría correr el riesgo de saturarse  próximamente. Este hecho, que se intensificó a partir de la década del 80 con la creación de universidades privadas, no es sólo propio de Chile; se ha generalizado también en Latinoamérica y en el mundo y está conduciendo a mayor estratificación y especialización y a cambios en las remuneraciones

Frente a este panorama, cabe preguntarse qué está pasando con los nuevos profesionales y cómo les va en su búsqueda y encuentro de trabajo.

Para conocer en detalle esta situación, entrevistamos a cerca de 20 jóvenes – y no tanto – recién titulados de las diversas universidades que hoy ofrecen en el país la carrera de derecho. También obtuvimos la visión de expertos en selección laboral, quienes advierten que a pesar que no hay cifras oficiales sobre el nivel de ocupación de estos nuevos abogados, sí se pueden observar ciertas tendencias. Por ejemplo, la preferencia de los empleadores por candidatos que provengan de universidades tradicionales o bien privadas con un prestigio ya ganado.

De acuerdo a una encuesta realizada por Laborum.com este año a ejecutivos de diferentes empresas, al contratar un abogado recién titulado, el 54% prefiere que sea egresado de la Universidad de Chile y un 29% elige la Universidad Católica, mientras el resto de las preferencias se divide entre diferentes universidades privadas. En tanto, para contratar abogados con experiencia pesan tanto la universidad como el bagaje, postítulo y manejo del idioma inglés.

Una joven de 27 años, ex alumna de la Universidad Católica, confirma esas tendencias. Habla inglés, se tituló en 2004, demoró apenas un mes en encontrar trabajo y en la actualidad es abogado asociado de un estudio privado. Está contenta con la labor que realiza y también con su renta. De hecho, sus expectativas a futuro son “Permanecer en mi actual oficina y ascender”.

Pero ¿qué sucede con quienes si bien egresaron de universidades tradicionales, sólo hablan castellano y no tienen postítulos? Un joven de 26 años, ex alumno de la Universidad de Chile, titulado este año, sin estudios de especialización ni dominio del inglés, demoró cerca de 10 meses en ocuparse. Cuando las esperanzas ya comenzaban a flaquear, postuló a un aviso publicado en una página Web y quedó seleccionado. Hoy trabaja a honorarios en una empresa que asesora a compañías de telecomunicaciones y además realiza otros trabajos para clientes particulares. “Las mejores opciones laborales por renta y desarrollo profesional están en el sector público, como la Academia Judicial, Ministerio Público, Defensoría Penal, ministerios, etc., y la mayoría de mis amigos está postulando a esas instituciones. En cambio, en el sector privado las ofertas laborales son escasas. Y me preocupa que hoy funciones tradicionalmente desempeñadas por los abogados están siendo ejercidas por técnicos jurídicos y administrativos”, explica.

Requisitos definitorio

Javiera Brinkmann y María Consuelo Medina, encargada y consultora de selección de Pricewaterhouse Coopers, respectivamente, expresan que los empleadores solicitan, en primer lugar, experiencia específica en el ámbito de acción en el cual se desarrollará el profesional; luego consideran el pregrado y el lugar dónde éste fue cursado; como tercer punto valoran el dominio de inglés cuando el requerimiento es de una empresa multinacional; y en cuarto lugar se valoran los estudios de post grado. También se considera la especialización en los temas específicos del cargo en cuestión y el manejo de herramientas tecnológicas. “Es habitual que se privilegie a candidatos de universidades tradicionales en primer lugar y de universidades privadas que ya cuentan con cierta trayectoria en segundo lugar. Candidatos de universidades nuevas y con poca historia generalmente son descartados, salvo que posean estudios de postgrado en universidades tradicionales”, explican.

La cantidad de postulantes a cargos para abogados suele ser inferior a las postulaciones que Pricewaterhouse Coopers recibe para ámbitos comerciales, posiblemente porque la forma de buscar trabajo de estos profesionales es principalmente a través de su red de contactos. El tiempo promedio para encontrar un empleo es de seis meses, pero la red de contactos ayuda mucho a acortarlo. Y muchas veces los profesores se convierten en el principal nexo con el mundo laboral. Por otra parte, es habitual que los abogados comiencen a procurar en su período universitario, así generan contacto con sus futuros empleadores y experiencia que es considerada en forma positiva por el contratante.

Por ejemplo, un abogado de 29 años, ex alumno de la Universidad Católica, titulado en 2004, quien antes ya había procurado, fue contratado gracias a sus contactos en una oficina del área privada, incluso antes de egresar. Cuenta que en promedio su trabajo es bien remunerado, pero que no sucede lo mismo con todos sus compañeros de generación, algunos de los cuales están cesantes o tienen un muy bajo nivel de ingresos.

En Laborum explican que el nivel de renta depende en definitiva de la experiencia en materias críticas relacionadas con lo comercial, quiebras, asuntos internacionales, etc., y manejo del inglés; en estos casos el sueldo puede ser bastante alto. Por otra parte, es habitual que los jóvenes desempeñen pequeños trabajos de forma simultánea. El tiempo de permanencia en sus cargos es relativo, aunque en general es mayor de un año.

En opinión de Javiera Brinkmann y María Consuelo Medina, de Pricewaterhouse Coopers, la gran cantidad de abogados que egresa año a año ha impactado en la valorización que el mercado hace de estos profesionales. No obstante, según explican, “no necesariamente se ha afectado el nivel de renta, pero sí la formación y experiencia que se está requiriendo. La mejor forma de competir en este escenario es estar bien capacitado, poseer una sólida red de contactos, idiomas, estudios de postgrado y herramientas tecnológicas”.

Una joven de 25 años, ex alumna de la Universidad de las Américas, titulada en 2005 y que actualmente sigue un diplomado en derecho penal en otra universidad no tradicional, está trabajando a honorarios en un estudio privado. Es su primer empleo y parece ser una afortunada en comparación a la situación laboral de sus compañeros de universidad, a quienes les está costando mucho emplearse y cuya situación califica como “pésima”.

Bienvenidas las especializaciones

Como un efecto del creciente número de abogados, muchos de ellos también postulan a cargos que no necesariamente pertenecen al mundo del derecho. Las ejecutivas de Pricewaterhouse Coopers señalan que “en el terreno de la empresa privada la mayoría de los cargos son ocupados por ingenieros de diversas especialidades. En estas empresas los abogados tienden a tener cabida en áreas específicas de desarrollo legal. La excepción está dada en cargos de ventas y del ámbito comercial de mediana y baja jerarquía, en los que no se requieren conocimientos específicos y se valoran las habilidades de interacción y persuasión que habitualmente están presentes en los abogados. En el área pública el escenario es algo diferente y existe la posibilidad de acceder a más cargos con una formación de abogado y hacer carrera dentro de la institución”.

Un elemento positivo es que las especializaciones en derecho están abriendo nuevos campos de ocupación, lo que se ha acrecentado con la creciente complejidad de la legislación y la vinculación de las economías en un mundo globalizado. Un ex alumno de la Universidad Católica de Concepción, titulado en 2006, que habla idiomas y ha realizado tres diplomados distintos, demoró apenas un día en encontrar trabajo en Santiago: vio un aviso en el diario, postuló y quedó de inmediato. Hay que decir, sí, que ya antes de titularse contaba con experiencia previa, que adquirió trabajando en estudios jurídicos del centro de Santiago.

Es decidor que el 99% de nuestros jóvenes entrevistados está consciente de la necesidad de seguir estudiando para especializarse en alguna rama del derecho, en Chile o en el extranjero, y quienes no hablan inglés plantean como un punto importante aprender este idioma.

Alvaro Muñoz, de 33 años, ex alumno de la Universidad Central y titulado en 2005, hizo un diplomado en la Universidad de Chile y el próximo año quiere estudiar un Magíster en Gestión Pública o en Ciencias Políticas, además de perfeccionar el idioma inglés. En la actualidad trabaja en una repartición del Ministerio del Interior, en la comuna de Peñaflor, y además ejerce libremente la profesión. Este es su tercer trabajo y, como cuenta, no le costó encontrarlo, lo que, como la mayor parte de nuestros entrevistados, hizo gracias a su red de contactos. Expresa: “El sector público no es el mejor pagado, pero profesionalmente estoy satisfecho, ya que me permite capacitarme, trabajar en equipo e innovar en diferentes áreas del conocimiento”.

Mejorar la enseñanza

¿Qué sucede con nuevos abogados que ya no son tan jóvenes? Un profesional de 45 años, casado y con hijos, estudió de noche, primero en la Universidad Arcis y luego en la Bolivariana, mientras de día trabajaba en una municipalidad. “Si bien lo más importante a la hora de decidir estudiar fue la cuestión económica, también lo hice por mis hijos, para sentirme más valorado. Demoré 12 años en titularme, y valió la pena”, señala. Tras 10 meses de búsqueda, logró emplearse a honorarios en una repartición pública, con un nivel de renta bajo sus expectativas, y su meta a futuro es “hallar un trabajo estable”.

Entre los abogados más jóvenes que se encuentran cesantes, uno de 34 años, ex alumno de la Universidad Andrés Bello titulado en 2001, trabajó los dos últimos años en el extremo austral de Chile, pero desde su regreso a Santiago no ha podido ocuparse. Han sido pocos meses de cesantía, pero no está optimista. Al consultarle si cree que en breve estará empleado, responde que “es difícil, hay mucha competencia”.

Contrariamente a lo que podría esperarse, la mayor parte de los abogados jóvenes creen que el principal problema no es la posible saturación del mercado, sino la baja en la calidad de la enseñanza del derecho que se observa en algunas universidades que, según dicen, “son desconocidas y operan sólo con pizarra y plumón, lo que genera una sobreoferta excesiva que parece no tener freno”.

Coinciden en que el nivel de las distintas universidades es muy dispar y advierten que “se están titulando de abogados personas no suficientemente preparadas”, y es necesario aumentar la calidad de la formación ética y académica. Según Pablo Quezada, abogado de 26 años, titulado de la Universidad de Chile, “Nuestro país necesita de más y mejores abogados que puedan contribuir a su desarrollo, pero mientras no se establezcan estándares mínimos de calidad, se verán afectadas las personas que necesitan de nuestros servicios y, en definitiva, todo el sistema administrativo-judicial”.

En general, creen que la solución, más que en limitar el número de universidades, está en aumentar las exigencias académicas y éticas y ofrecer más cursos de especialización. Como explica Ariel Scharfstein, de 27 años, ex alumno de la Universidad de Chile, titulado en marzo de 2006, “por la vía de la especialización en la formación es posible evitar saturaciones. Debiera haber estudios y grupos de abogados que conozcan profundamente pequeñas áreas, de manera de distribuirse mejor la demanda”.

¿Qué sucederá en el futuro? Desde el presente no se pueden dar opiniones categóricas, pero sí es obvio que se necesitan cambios. Y que este es el momento preciso para debatir, consensuar y sobre todo modificar.




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