Por un puñado de especialistas

Las exigencias en que se mueve la profesión en la actualidad tienen como premisa que a medida que avanza la modernidad, se va renovando la información que nos abruma con vertiginoso desorden.

Es comprensible entonces, que esta actividad más que un “trabajo” destinado a sustentar nuestra diaria existencia se ha trocado en un “estilo de vida”, entrecruzando esta identidad con amistades que nos remiten a seminarios, congresos, y todo aquello que desemboca en forma inmisericorde en nuestro correo electrónico. Cualquier espacio de nuestra espigada geografía no es más que un barrio al alcance del computador o del celular lo que otorga a nuestra actividad una cercanía inmediata con el mundo circundante y una confusión que entrelaza, muchas veces, la vida profesional con la vida privada.

Todo parece indicar que se acabó el abogado “todo terreno”, con horario libresco y el sabor a severidad que despertaba el ingreso a esas oficinas de caoba atestadas de obras clásicas finamente encuadernadas, presididas por la estatua marmórea de la Justicia y la amarillenta lámpara de bronce por donde se esperaba relampagueara el ingenio y la astucia de las respuestas a las consultas de los clientes en los ámbitos por los que mayoritariamente se encaminaba nuestra profesión: estudios de títulos, temas de familia, asuntos penales, laborales y cobranzas de deudas.

Como tanta costumbre criolla y producto de la informalidad del “dato” o de los casos que aparecen en los medios, se decía que tal o cual abogado- como por arte de magia- “le pegaba” a determinada materia, salvo que se tratara de una eminencia académica dedicada al civil o al penal (“los de siempre”), a los que se le atribuía casi en forma automática la calidad de abogados especialistas en divorcios. En diez años toda esta remembranza parece pura arqueología endilgada a un mundo que con o sin nostalgia, ya se fue. Estamos inmersos en una época de cambios trepidantes, acelerados y profundos en que la realidad económica supera y rebasa cualquier intento por armonizarla con el Derecho.

Al igual que el país engalanado por las “tiendas ancla”, con avenidas de venta com parti mentada, si queremos sobrevivir, los abogados debemos luchar por especializarnos, palabra que no puede ser un adorno de una tarjeta de visita sino una realidad tan intensa como el significado y la metamorfosis darwiniana que encierra el término “especialista”, que quiere decir “dedicarse a estudios o ejercicios singularmente intensos para dominar más a fondo alguna materia”. Bajo este esquema, se entiende que existan abogados con formación general a través de esa pulsión básica que conserva cada uno, merced al vigor secular que proporciona el denominador  común de nuestra cultura jurídica que es el Derecho Civil, pero conocedores de temas tan variados que exigen acreditar un adiestramiento en una rama específica. En este escenario, desfilan materias que ya han dejado de ser mera contingencia y se elevan a disciplinas con una construcción científica propia, tales como problemas ambientales, de telecomunicaciones o las áreas de regulación estatal que abarcan las Superintendencias, con toda esa constelación de normas fragmentadas y de constante mudanza.

No es correcto sostener que somos “especialistas” fundados en el mito de haber asistido fugazmente a seminarios en el extranjero, o haber cursado un post grado, lo que muchas veces no es más que información jurídica actualizada, pero no puede ser entendida como sinónimo de especialización.

Resulta indispensable por lo tanto la creación de un Consejo de Certificación de la especialidad jurídica, análogo a la Corporación Nacional Autónoma de Certificación de Especialidades Médicas, que acuerde cuales son los estándares que determinan la calidad, por ejemplo, de “tributarista” o “laboralista”, más que nada por la responsabilidad ética y social que esta calificación objetiva va a trasuntar como guía para la comunidad. En este sentido, fundamental ha sido la tarea desarrollada por el Colegio, en orden a preservar la formación y capacitación jurídica continua a través de charlas semanales, que podrían ser consideradas como parte importante de este proceso de certificación. Lo anterior se hace más preocupante si se considera el número de Escuelas de Derecho existentes, con lo cual se hace indispensable la acreditación de los conocimientos de un especialista jurídico.




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Un comentario en Por un puñado de especialistas

  1. Julio Alejandro Pizarro Bustamante Dice:

    señores:

    agradecere coordinar entrevista personal sobre mi caso que ya lo gane en el primer juicio.

    atte

    julio

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