Seguridad Minera ¡Mucho que mejorar!
Con una de las menores tasas de accidentabilidad del país, la minería debiera concitar una mirada colectiva de aprobación por el progreso logrado en este ámbito durante las últimas décadas, y sin embargo se ha convertido en la fea del baile, asociada en el imaginario nacional a inseguridad, peligro y malas condiciones de trabajo. Después del accidente producido en la mina San José y del heroico rescate de los 33 mineros que durante 70 días sobrevivieron a 700 metros de profundidad, los ojos están puestos en la necesidad de aumentar la seguridad en esta área. Como en su momento expresaron tanto las autoridades como los mineros atrapados, el objetivo es que “que nunca más vuelva a suceder una situación así en Chile”.
Y es que el remezón no sólo activó las alarmas frente a este hecho puntual que increíblemente fue seguido con enorme interés en todo el mundo, sino que ha llevado a una profunda revisión de la legislación vigente, la forma de operar de Sernageomin y la carencia de recursos con que se ha enfrentado hasta ahora la fiscalización de las labores mineras, a pesar del boom que en las últimas décadas la minería ha experimentado en Chile, al punto que la totalidad de las faenas mineras del país son fiscalizadas por apenas 18 personas.
Dentro de este contexto, sorprende saber que la tasa de accidentabilidad de la minería fue de 2,09% en el año 2009, a pesar del evidente riesgo que implica esta actividad, y que incluso, según estadísticas de la ACHS, este índice ha disminuido en los últimos años, desde e 3,07% en 2007 y 2,49% en 2008. Estas cifras llevan a que la minería se sitúe holgadamente debajo del promedio nacional, que en 2009 fue de 5,2%, y también por encima de áreas con índices inferiores a la media, como servicios, electricidad, gas y agua.
La minería además se ubica recién en el cuarto lugar de las actividades económicas con mayor tasa de muertes por accidentes del trabajo, con un 8,2%, seguido de electricidad, gas y agua, con 5,8%; manufacturas, con 3,7%; comercio, con 2%, y servicios, con 1,8%.
Pero al analizar estas cifras hay que hacer una distinción importante: una realidad es la de la gran minería, donde la preocupación por la prevención y la seguridad es un tema de creciente importancia, y otra muy distinta la de la pequeña y mediana, donde ocurre la mayor parte de los accidentes. Como un botón de muestra más que elocuente, cabe considerar que, según informó el ministro de minería, Laurence Golborne, de las 34 muertes que se registraron en el sector el año pasado, 20 sucedieron en faenas con menos de doce trabajadores. Lamentablemente, a estas estadísticas se agregaron en noviembre de este año los dos mineros fallecidos en la Mina Los Reyes, de Copiapó, quienes murieron mientras manipulaban explosivos durante su faena laboral.
Apadrinar a los pequeños
Con más recursos y más tecnología, personal con mayor capacitación, rigurosos estudios geotécnicos y altos estándares de seguridad minuciosamente controlados por los departamentos técnicos, las empresas de la gran minería tienen, como explica Marcelo Cohen, vicepresidente de Ingeniería de Anglo American Chile, “una cultura de seguridad”:
- Este tipo de gestión admite sólo un estilo: trabajar en forma segura. El desafío es tener cero accidentes, extendido a nivel de seguridad y de índices sanitarios, ya que en la salud puede haber un accidente que no se manifiesta en el presente, pero que se desarrolla en el futuro, como silicosis, enfermedades de la audición o de los huesos, etc. Uno ve que hay mucho más accidentabilidad en empresas más chicas, que tienen pocos recursos y donde quizás a lo más se cumple con los equipos de protección personal, que muchas veces son usados y de segunda selección; en las pequeñas empresas el tema es sobrevivencia, mientras en las grandes es gestión. Lamentablemente, quizás por mucho tiempo la pequeña minería ha sido como el socio pobre, sin un desarrollo adecuado.
No obstante, según indica este ejecutivo, la gran minería puede desempeñar un papel relevante apoyando a la pequeña y mediana minería para disminuir sus índices de accidentabilidad:
- El rescate de los 33 mineros demostró que hay una sensibilidad al respecto. Creo que no hubo empresa de la gran minería y de proveedores importantes que no participaron activamente. ¿Por qué no hacer entonces algo equivalente en el día a día? Una especie de patrocinante o padrino en las regiones donde operan estas grandes empresas, a fin de producir un cambio cultural. ¿Por qué no tomar ese liderazgo y seguir adelante? Está todo dado para dar ese paso, brindando un apoyo logístico, procedimientos, manuales y monitores que entrenen a la gente, enseñen las mejores prácticas y en algunos casos apoyen también con implementos. ¿Por qué no poder apoyar a pequeños mineros para que puedan desarrollar en forma segura su trabajo? Hay que crear los mecanismos para ello, tal vez beneficios mayores para las empresas que quieran colaborar. Lo importante es construir algo sólido, no llorar sobre la leche derramada ni echar culpas. Existe una oportunidad histórica de hacer un cambio y no volver a repetir los errores.
En este mismo sentido, la Sociedad Nacional de Minería, Sonami, propuso el establecimiento de incentivos tributarios para que la mediana y pequeña minería incrementen sus niveles de seguridad, y que las Mutuales de Seguridad destinen parte de su financiamiento al mismo tema. Idea que ha sido bien acogida y próximamente puede traducirse en positivas novedades.
Pocos fiscalizadores
Durante las últimas décadas, la minería chilena ha experimentado una importante bonanza, gatillada por el alza del precio del cobre y el creciente consumo de China de este metal, lo cual ha estimulado la apertura de un gran número de yacimientos pequeños, cuya producción, aunque es menor a 200 toneladas diarias, alcanza una no despreciable totalidad anual de cerca de 400 mil toneladas de cobre fino. Estos yacimientos además son una importante fuente de trabajo, ya que generan aproximadamente 30 mil empleos, especialmente en las regiones del Norte Grande.
Por su parte, de acuerdo a datos proporcionados por Pablo Wagner, subsecretario de Minería, en el último tiempo la mediana minería – que explota entre 300 y 8 mil toneladas diarias ha experimentado un aumento de un 15% y está desarrollando proyectos que podrían llegar a US$ 1.220 millones de aquí al año 2015.
Sin embargo, el desarrollo de esta industria no ha ido acompañado de una adecuada institucionalidad, fiscalización ni aplicación efectiva de sanciones, lo que quedó en dramática evidencia luego del accidente producido en la mina San José. Como es conocido, el Servicio Nacional de Geología y Minería, Sernageomin, aprobó la reapertura de ésta en 2008, luego de que el entonces director regional de la entidad, Antón Hraste, la clausuró a raíz de una explosión de roca que mató al trabajador Fernando Contreras.
Tan sólo tres semanas después de este accidente, el Sernageomin endureció sus normas y activó sus funciones fiscalizadores, cerrando 18 minas en Taltal, Tocopilla, Antofagasta y Calama, y clausurando otras 18 en la región, por falta de adecuadas medidas de seguridad, con lo cual cerca de 400 trabajadores quedaron sin trabajo.
Creado en 1980, el Sernageomin se formó a partir de la unión del Instituto de Investigaciones Geológicas y el Servicio de Minas del Estado, con el objetivo de ser el asesor técnico especializado del Ministerio de Minería en materias geológicas y mineras. Es el principal ente fiscalizador de la minería, aunque también poseen facultades reguladoras la Dirección del Trabajo y el Servicio Nacional de Salud, de acuerdo al Reglamento de Seguridad Minera, cuya última revisión y actualización se realizó en 2004.
Pero también es conocido que con 18 fiscalizadores en todo Chile para cerca de 4 mil faenas mineras, evidentemente el Sernageomin experimenta una carencia de personal y de recursos que le impiden desempeñar con eficiencia su labor. Incluso, según han manifestado distintos expertos, en numerosos casos los fiscalizadores advirtieron desviaciones o incumplimientos, los que notificaron a las empresas otorgándoles un plazo para resolverlos, pero éstos no fueron resueltos y no hubo un seguimiento posterior o bien se autorizaron soluciones inadecuadas.
La superintendencia de minería
En este contexto, se comprende la renuncia a comienzos de agosto de este año del director nacional del Sernageomin, Alejandro Vio, y la reestructuración de este organismo ordenada por el Presidente Piñera. A fines del mismo mes, el ministro de Minería, Laurence Golborne, anunció que se creará una Superintendencia de Minería, lo que establecerá una entidad fiscalizadora de gran potencia, permitiendo separar las áreas de geología y minería, que en la actualidad se encuentran unidas, incrementar los recursos destinados a la fiscalización y aumentar en 2011 los actuales 18 fiscalizadores a 45. Todo esto considera un alza del presupuesto desde $12 mil millones en 2010 a $28 mil millones en 2011.
La nueva Superintendencia tendrá como función autorizar los planes de exploración y explotación minera, fiscalizar y sancionar a la industria en lo relativo a seguridad minera, y también será responsable de las mensuras, registro de propiedad minera y otras estadísticas asociadas. Para llevar a cabo todas estas modificaciones se conformó una comisión externa al Ministerio de Minería, presidida por el abogado Juan Luis Ossa, experto en derecho minero – y vicepresidente del Colegio de Abogados –, la que analizó el Reglamento de Seguridad Minera, los modelos y atribuciones de los entes fiscalizadores, y los roles y funciones administrativos bajo la nueva institucionalidad.
El trabajo de esta comisión sería dado a conocer a fines de noviembre, mientras esta revista se encontraba en prensa, pero acompañamos este reportaje con una reflexión escrita en el intertanto por el propio Juan Luis Ossa.
Independiente de las modificaciones que se realicen, lo importante es comprender que Chile, más que un país minero, es en realidad una potencia minera de nivel mundial, ya que tiene las reservas más grandes y las producciones más importantes de diversos minerales de gran relevancia, comenzando con el cobre. La minería indudablemente es un gran motor del desarrollo, pero el país parece olvidar que ésta financia nada menos que un cuarto del presupuesto de la nación. Mientras nuestro afamado vino exporta cerca de US$1.400 millones al año, las exportaciones mineras se aproximan a US$40 mil millones. Por otra parte, es la minería la que ha dado a conocer a Chile, con el exitoso rescate de los 33 mineros, hazaña que tal vez ninguna otra actividad podría haber llevado a cabo.
Es hora, por lo tanto, de que los chilenos nos pongamos con nuestra minería. Hay que apreciarla o por lo menos respetarla y financiar la seguridad de quienes trabajan en ella.
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